quinta-feira, 31 de outubro de 2013

El espejo- Mi amigo

Las personas reaccionamos de forma diferente, ¿no es verdad? Yo me encerré y me dediqué por completo a los estudios. Pero, hoy quiero hablar de una amiga – otra Rahab – que intentó encubrir el dolor de otro modo. 
 
 Mi enemigo, el espejo, era para ella el mejor amigo.
En vez de descuidarse físicamente, ella invirtió todo lo que podía en su belleza. Ya no quería simplemente ser bella, tenía que ser atractiva. Yo quería perderme en la multitud, ella quería ser encontrada, deseada, codiciada. Para eso, cambió su manera de vestir, su comportamiento, pasó a maquillarse excesivamente. Al hablar, inspiraba soberanía y confianza. Encantaba a todos, principalmente a los hombres, que competían por su atención.
Quién la veía, jamás se aventuraría a decir que había sido fruto de violencia y abuso sexual – era muy segura pero quién la conocía, como yo, sin el maquillaje físico y emocional, entendía que era su modo de lidiar con el dolor.
Yo buscaba un valor al que agarrarme en lograr tener más conocimientos; ella en poder dominar a los hombres y escoger con cual relacionarse, aún eso significara romperles el corazón, pero nunca el suyo. Aprendió a usar a los hombres, para nunca más ser usada; durante muchos años de su vida rechazó la palabra “amor”. Mientras usaba a aquellos que se volvían locos por su apariencia, sentía dentro de sí como si cada relación estuviera vengándose de aquel que le abusó.
Pero con todo lo que hizo, todas las relaciones que vivió, tantas camas en que se acostostó, no consiguió vencer lo que estaba dentro de ella. Ahora ella usaba y abusaba, pero en el momento de recostar su cabeza en la almohada, venía nuevamente la culpa del abuso que sufrió.
¿Quien sabe si no eres tú una Rahab así? ¿Te defiendes haciendo sufrir a los demás? ¿Piensas que el abuso le robó la dignidad y que no hay más razones para preservarse, valorarse, amar su cuerpo hasta el punto de protegerlo? Esa Rahab encontró también la salida.
El cambio comenzó el día en que entendió que no necesitaba usar a nadie para mostrarse fuerte, la fuerza estaba dentro de sí. Tanto ella como yo vencimos el sentimiento de culpa.
Y usted, que espera para también liberar-se de esa carga?
Creo que llegó su hora!

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