Eres la mujer más maravillosa del mundo,
te amaré toda la vida, tu hermosura es infinita,
nunca te dejaré, eres lo mejor que me ha pasado…
¿Quién en algún momento de su vida no ha escuchado estas preciosas frases?
No hay nada de malo en creernos esas bellas palabras, amigas. Lo malo viene cuando al final la realidad no concuerda con las palabras. Cuando eres lo mejor que me ha pasado se convierte en encontré a alguien más, cuando el nunca te dejaré se transforma en un abandono inesperado o cuando el siempre te amaré se convierte en ya no te quiero. Porque lo que hoy te dice con dulces palabras, mañana se pueden convertir en las mejores armas para herirte o despreciarte.
Entonces, ¿qué hacemos con esas palabras? Es bueno disfrutarlas y saborearlas, pues de seguro te mereces todas y cada una de estas muestras de cariño, pero no te “cases” con ellas, no las creas “eternas”. La vida está en constante cambio, incluyendo los sentimientos e intenciones de aquél que te las dice. Debemos aprender a dejar las palabras y las promesas en su sitio. Dejemos que el tiempo y los hechos sean tus mejores herramientas para discernir si sólo eran palabras que se las llevó el viento o si eran frases dichas con toda sinceridad.
Tengamos los pies bien puestos sobre la tierra, nuestra mente y corazón bien centrados, nuestra autoestima más sana que nunca y sepamos siempre escuchar nuestra intuición. Así podemos hacer frente más fácilmente a aquellos cambios que puedan ocurrir.
Los hombres son “criaturas de acción”. Necesitas constatar con sus acciones todo aquello que te dedica con sus frases, ya que tú vale más que mil palabras.Y, sobre todo, recuerda que no hay palabras más bellas, sinceras y constantes que las que te dices a ti misma.
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